lunes, 28 de enero de 2013

En las entrañas de la Torre Eiffel



Visitamos la torre Eiffel una fría mañana de invierno, aprovechando un viaje a París durante el Puente de la Constitución.



Llegamos al Campo de Marte caminando desde la cercana estación de metro de Trocadero, donde terminó nuestro recorrido en la línea 9. Cruzamos el Sena por el Pont d’Lena y nos encontramos de bruces con la enorme cola de turistas que esperaban resignados para acceder a las taquillas de la torre.

Mientras esperábamos turno para sacar nuestros billetes, el cielo se fue nublando poco a poco. La lejana torre de Montparnasse fue el indicador de hasta donde llegaban las nubes, pues lentamente su cima empezó a estar envuelta en un manto de niebla.

Las pantallas de las taquillas de la Torre Eiffel mostraban el indicador “visibilidad reducida en la cumbre”, algo que a la postre resultó quedarse corto.

La Torre fue construida para ser imagen de la Exposición Universalde 1889. Sus inicios estuvieron envueltos en polémica, llegando a ser calificada de “horrible esqueleto”, e incluso estuvo a punto de ser desmontada. Pasados los años se encontró una utilidad que la hizo permanecer en pié, se descubrió que era la ubicación perfecta para  de antenas de un nuevo invento, la radio. Más adelante, tambien para la televisión. Además es lugar de observación meteorológica, dada su privilegiada situación.


Desde lo alto de la torre se puede contemplar una panorámica que llega en días claros a los 75 kilómetros de distancia. Sin embargo las mejores vistas de París se ven desde el segundo nivel, ya que es más cercano a los edificios.


Nosotros no pudimos contemplar las vistas tan lejanas, ya que según ascendíamos nos indroducíamos tambien en la nube, llegando a visibilidad 0 en la cima. Si pudimos contemplar el champagne bar del nivel más alto, donde un aterido camarero servía champagne en lamentables copas de plástico a los turistas más caprichosos.

Tras hacer una nueva cola, descendimos al segundo nivel, desde donde pudimos ver las zonas de París que rodéan el Campo de Marte, con el río Sena como protagonista indiscutible. También pudimos ver a los pintores que se encargan del mantenimiento de la torre, auténticos especialistas de los trabajos de altura.


Una vez fuera de la torre pudimos contemplar como el cielo había clareado y la visibilidad vovía a ser total. Consejo: cuando haya niebla, cambiar el plan de la visita y dejar la torre para otro momento.


Tras disfrutar del enorme esqueleto de hierro a la luz del día, no podíamos faltar a la cita nocturna. La iluminación de la torre es espectacular a diario, pero en ocasiones señaldas se realza aún más, con lo que el espectaculo se convierte en grandioso.

¡Feliz Viaje! 

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